viernes, 13 de agosto de 2010

Dos manos

Dos manos de frente son dos alas

son una alharaca de caricias,

carnaval de recorridos;

un eterno volver a un mismo punto que se siente siempre distinto.



Son dos orillas de un mapa humano

y dos dedos que señalan sobre el mapa de una ciudad futura.

Dos veces encender luz ambarina.



Dos manos son dos intentos frente a un cerrojo,

dos abrires y cerrares -detrás de sí- de la puerta de un espacio que hacer propio.



Dos manos para destejer lentamente la urdimbre de tu nostalgia taciturna,

arrimar una media luna de manzana a los labios,

y tender la llave que venza la cerradura del enigma.



Dos manos son los andares repetitivos sobre los caracoles de mi cabello;

un idéntico paseo por la glorieta de tu cintura.



Dos manos, en ademán habitual, para insinuar lo oportuno de un silencio propiciatorio.

Para desabotonar botones, desanudar nudos y desvestir de vestiduras que de golpe se revelan estorbo.

Dos manos para sembrar y cosechar ese deseo derramado sobre los muslos.



Dos manos como sostén del libro que te rezo.

Dos, para, tinta mediante, escribirte entre versos obstinados.


Irma Zermeño (c) Todos los derechos reservados.

Luna gitana

Yo era la luna

cuando la negra noche te devoraba deprisa,

los apagados ojos asomaron por mi reflejo

y encontraron.


Fui la luna de noches inmensas

cuando buscaste por entre mis ojos,

cuando creìste saberlo,

confirmaste, derramaste cada gota

y te vaciaste de anhelo.



Soy la luna cuando a oscuras me buscas,

devastado de silencio, de abismo, de ausencia.



La luna que asoma entre los dientes

la que, llena, te besa entre sueños y evita tu vigilia,

la que, menguante, te acuna, sostiene y devuelve la fe

la que, nueva, te mece en su brillo y te motiva

la que, creciente, te arropa

la misma luna y otra.

Otra y la misma.



La que vigila tus costados, la que te alumbra,

la que recuerda y recuerdas.



Los ojos parecían hechos de luna,

apenas dos rayos entreabiertos.

La sonrisa era lunar,

no le cabía en los labios.



En tiempo sin tamaño, en presente sin nombre

yo era la luna de matices absolutos y aristas nebulosas,

de habitantes misteriosos.



Una y todas,

una y la misma,

la nueva y la de siempre, la creciente, la menguante, la llena.



La que vuelve siempre, luna como ola,

luna de olas, de tiempos y cambios

la que asoma entre las cuerdas del cello

la de noches infinitas, tiempos sin historia y corazones sin miedo.



Quien da pasos en la senda del cielo

la de tardes lerdas que se arrastran,

de amaneceres tibios,

palabras sin duda y colores palpitantes.



Luna de voces antiguas,

de pieles sin aroma, nubes al sur y vientos que susurran.



Fui la luna de voz colorida, la sin nombre

la que cambia de piel a cada instante

la llama que arde en tu piel primera, el destello que te nombra

allá, afuera, allá muy dentro.



Luna que relumbra tu ardor

cuerno de filos antiguos, entreclaro que arde.



Cuarto de luna,

el mismo que vio caer las ropas, los silencios, los miedos

para encontrarla luna en lleno

la que sabías plena:

casi un soplo, respiro en espera.



Luna de ayer y de antes de antes

luna de esta noche, luna de quédate siempre

luna de no te vayas, luna de te espero.



Soy la luna de besos que no acaban

de brazos que tiemblan, que se alargan.

Misionera errante plena de olvidos,

sin tregua, sin afanes, sin pasado.



La cerca de tus recuerdos,

baranda de tus sueños

la farola de lo oscuro a lo oscuro.



Seré la luna si la pides, si la buscas,

seré la tuya, la que tienes, la inconstante.



Luna desnuda que monta al sueño entre ansia y prisa,

criatura de grieta abierta, de lluvia en espera, la orilla de los besos.

Luna mujer, luna, laberinto de mujer,

luna abierta, hechicera de miradas,

principio y fin y camino al medio.



Era, fui y soy luna gitana al borde de tu anhelo.

 
Irma Zermeño (c)Todos los rerechos reservados