miércoles, 26 de noviembre de 2014

Soy

Soy  transparente, incapaz del disimulo;
soy dos manos izquierdas si de un instrumento se trata, mientras no sea la piel que amo;
soy lo que no pude ser, como ese chelo imposible entre las piernas.
Soy tina hirviendo y sal gruesa, sin aromas;
soy cambiante como un vagón del tren en la hora pico;
soy las palabras que me gusta repetir y, quizá aún más, las que callo y nunca diré;
soy el pudor que evito y el impudor que me rebasa.
Soy la mirada que se clava en el rincón menos pensado;
Soy apuesta: todo o nada;
el azul de Prusia de un sambuca negro y sus moscas; el ámbar de un Pacharán;
mi Malena y su melena, esa monta a pelo;
soy el campo y mis dos pies hambrientos de río;
mis rizos revueltos que en manojo juegan a colarse entre la boca;
soy mi -cada tanto- mirada inquisidora, mi coquetería, mi sutileza.
Soy tirarme al pasto en el que sé anidarme;
cada zarzamora que cosecho, cada espina que tan a menudo me abre las manos;
soy sobre todo, memoria y olfato.
Soy dormir encima, casi sin moverme; soy filosa cuando callo;
tan eterna como efímera y el sabor del mientras tanto;
soy larga desde donde se me mire;
soy las metáforas que me invento al aire, los paisajes que sabe dibujar el ritmo de mis manos;
la cadencia del fado; el azote de un tango; la risa interminable de una niña;
el río en los ojos casi por nada y por todo.
Soy azul, en todos sus matices; Bach; poesía;
soy los mitos que conozco y los que me invento; soy Félix Grande y la fiesta brava;
soy mamá que apapacha, amiga cómplice;
soy mi nombre sin ponérmelo encima;
la selva, los gorilas, el café.
Mujer a cada instante, enamorada del amor y mi ser mujer;
hablo sola y sin tregua, también dormida;
capas y antifaces; vuelos; atardeceres;
soy cada perfume nuevo que me vence; obsesionada con lo que persigo;
soy el jardín, y quien nunca se siente sola.
Soy huracán y, aire que apenas corre;
Soy botas vaqueras y terciopelo;
soy domingos de casa; la terquedad encarnada, la travesura que arrecia;
rotunda, umbral de lumbre; soy dejar huella;
el humo que acompaña a mi fe que no mengua;
soy abono, siembra y abrigo; mirada que escucha y tacto que consuela;
soy lo bien que me siento dentro de mi piel; las canciones que canto a diario;
ritualista, sin religión que acaricia a su espíritu.
Soy África, árboles, fruta y nueces; uva tinta; letra que se alarga;
soy duende, alas y la magia que me invento;
las rosas que nunca quise y hoy me matan;
soy palabra precisa, de filo y dulzura exacta.

Soy, sin más. Apenas lo que puedo y alcanzo.

Irma Zermeño (c)