viernes, 12 de junio de 2015

Aquí habla el hartazgo

                                                                                                                               

Siempre me dije y me nombré apolítica. De golpe me descubro, nunca sin sorpresa, detrás de notas que de antemano sé que algo van a exprimirme por dentro desde el primer café de la mañana. Ese café que solía ser una gloria.
Estos últimos tiempos hay algo en el café que se corta, y no es leche. Hay algo que no me deja evitar el periódico, ni posponerlo. Hay tanto que no me deja soltar el desconsuelo presente. Es la mala leche de los días que estamos viviendo en México.

Vivir en el D.F. cada vez impide más -de algún modo- el contento, porque hay que pensarlo dos veces, y tres, para ir al museo que alberga a la exposición que te ilusiona ver. Si habrá marchas, infinitas, que no te permitan llegar o, volver a tiempo. O volver, sólo eso, por trágico o exagerado que pueda parecer.

Si los baches infinitos y cada vez más hondos que destruyen las calles, lograrán, esta vez, deshacer el motor de tu coche; si la falta de drenaje en las calles te mantendrá estancado, inmóvil y con el ánimo ahogado por varias horas.

Si en Constituyentes a las ocho de la mañana te va a tocar coincidir con la balacera, si la librarás o no. Que no te falte pila en el celular porque la posibilidad de la emergencia amenaza a cada segundo y parece guiñarte un ojo, sin tregua.

Si los oficiales del alcoholímetro ya se han trucado. Y ahora, lejos de la gran iniciativa y buen funcionamiento del principio, antes de la prueba del soplido, te sugieren mientras  te van haciendo la cuenta, calculadora en mano, que si la grúa que se llevará tu coche vale tanto, más el riesgo de una mujer en un encierro de treinta y seis horas, más la multa y la imposibilidad de amparo, que si es mejor que les des cuanto traes, así te hayas tomado una sola copa de vino. Que si ellos fueran tú, “no se la jugaban”, que porque el “aparatito anda muy sensible”. Que mejor llenarles las manos “y ya no soplas”.

Que si ver a Toledo, a sus setenta y cinco años, en su lucha pro Oaxaca, trepar las bardas que intentan velar, entre plásticos negros, la tala de árboles y construcción sin permiso alguno del Cerro del Fortín con todas las amenazas que representa para la ya muy dañada Ciudad de Oaxaca.
El hecho asombra y conmueve, el maestro reconocido en todo el mundo, defendiendo el aire, los recursos naturales y la cultura, y recibiendo empujones y majaderías.
Qué necesidad tiene el artista de exponerse a toda esa suerte de bajezas. Y Toledo, al famoso maestro, le antepone al ciudadano juchiteco, antepone el beneficio de Oaxaca, antepone el aire y el bienestar del pueblo. Bienestar al que tanto ha contribuido con museos, su biblioteca personal, su afán por la gente.
Su humanidad indecible. Su mirada y su voz, impotentes, frente a tanta atrocidad.

Siempre se ha dicho, ya se sabe. Si hubiera un Toledo en cada artista consagrado (que los hay, y sin tamaños ni comparaciones, por favor) de cada estado de la República con esa garra por usar su nombre e influencia a favor de su estado y de la gente.
La República Mexicana sería otra cosa. Los oaxaqueños tienen en Toledo una gran recompensa por cuanta tragedia les ha tocado.

Y Sicilia, por nombrar a uno de tantos artistas e intelectuales que alberga Cuernavaca, abismado porque los gobernará Cuauhtémoc Blanco. Nada contra él. Nada personal contra el futbolista. “El futbolista”, diría una de las barajas de la lotería. Pero qué sabe de política y, otra vez, en una ciudad que ha sido arrancada de cada virtud que antes gozaba, que fueron tantas. Desde hace mucho tiempo, con problemas de agua y basura, violencia indecible que incluye degollamientos y toda suerte de atrocidades. La ciudad de la eterna primavera donde no florece un negocio, donde no se consigue un trabajo, donde te encañona, a media mañana y a plena luz de esa eterna primavera, cualquiera en el primer semáforo que te detengas, por cualquier moneda que pueda arrancarte.

Me sorprendo haciendo concesiones con el tiempo, postergando lo propio para revisar los videos que cuentan de los cómos de “El Bronco” para ganar como independiente en Nuevo León.  De sus discursos dirigidos “a la raza”, como diría la Trevi. “A ver, raza…” y de ahí despliega todo ese encanto a la Fox.  Será, o no. Pero el panorama pinta desolador.

Es el hartazgo del mexicano el que vota. El puro hartazgo.

Las madrugadas que antecedieron a estas últimas elecciones, te despiertan, en casa, llamadas que elogian a Morena y al Peje y, a quien sea, o a lo que les dé la gana. A las cuatro suena el teléfono que contestas entre bruma.

La cantidad de basura que genera su publicidad, basura que te encuentras hasta en el buzón que ya no recibe sino recibos pendientes y nada más, porque hoy, mejor un Whatsapp para decir “Ya llegué” que bajarse y tocar el timbre. O enviar una carta por correo –también indeciblemente ineficiente- o decirle -frente a los ojos- que lo quieres, a quien quieres y no hacerlo via Facebook.

Ay, nuestro país que tiene la telefonía más cara del mundo y donde Telmex funciona a medias. A medias, el servicio. Porque tu línea puede estar muerta o cruzada con otras dos, que tardarán mucho en repararla. Tardarán ad infinitum como su internet en funcionar y dar servicio. Pero no te tardes dos horas después de que venció la fecha de pago porque ya lo cortaron. Ahí, su atención es inmejorable. Haya servido o no, te quedas oficialmente sin línea. Y hasta nuevo aviso y habiendo cobrado puntualmente la reconexión.

Carlos Slim, uno de los hombres más ricos del mundo en un país de tanta pobreza y desigualdad.
Ya no tenemos buenas noticias, aunque las haya. Y si las hay nadie las publica.

El diario “Reforma” cada vez con más larga lista de Fe de erratas del día anterior, la sección de “Cultura” hace tiempo que es la última plana y, a veces, no llega siquiera a una, con media plana parece bastante.  

Ya no puedes andar a caminar por la Colonia Roma o Condesa sin la estridencia de la contaminación auditiva sin tregua. Y eso, sin contar que te venden de todo, a toda hora. Te cantan, te chiflan, como en la Playa Caleta de Acapulco en semana santa.
Caminar Álvaro Obregón, a medio día, no te libra de asalto a mano armada.

“El maestro Andriacci“ como se llama a sí mismo, y firma. Así, como nunca firmó un Tamayo o un Rivera. Furioso porque Toledo lucha como lo hace, llamando “vandalismo” a cada acto que defiende a Oaxaca.

Los 43 desaparecidos, más los tantos y tantos otros desaparecidos que se suman a listas interminables.

El Facebook y su censura a desnudos clásicos o fotos artísticas. Pero no censura toda la violencia descarnada de cualquier otro tipo de imágenes, y hoy, la red es invadida por videos de pornografía. La ironía. Ahora todos “mandamos” y “recibimos” videos porno sin enterarnos.

Siguen los días de precontingencia ambiental en el D.F.

Se suman malas noticias, grillas, cadena de desconsuelos, uno detrás de otro. Nos siguen imponiendo la guerra.
Habrá que defender los días y las intenciones propias entre tanto hastío. Habrá que lograrlo entre este dolor y desencanto  cotidiano. Ya vamos haciendo callo.
¿Hasta cuándo toda esta mafia e ignorancia nos tendrá entre sus brazos?

Y que sea el mismo hartazgo, en su cima, quien logre dar con los cómos.

Siempre me dije apolítica. Y lo reitero. Es que siempre preferiré la poesía. El tema es lograr impedir que nos nieguen la poesía en la vida.



Irma Zermeño




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